Las Torres Blancas


Las torres Blancas de Madrid, son considerados los mejores ejemplos de organicismo español de la época y para muchos es uno de los mayores logros de este estilo que puede encontrarse en el mundo. Esta obra está firmada por Francisco Javier Sáenz de Oiza, nacido el 1919 en Cáseda (Navarra) y falleció en Madrid el 18 de julio de 2000, fue un arquitecto que no pasó desapercibido. Esta obra de arte fue la primera torre de este arquitecto.  


El edificio se encuentra situada en Madrid, en la confluencia del número 2 de la calle Corazón de María con el número 37 de la avenida de América. Fue realizada entre los años 1964 – 1968. Con este edificio Sáenz de Oiza ganó el premio de la Excelencia Europea en 1974.

Oiza quiso hacer un edificio de viviendas singular, alto, que creciera orgánicamente, como un árbol o como un conjunto arbóreo, recorrido verticalmente por escaleras, ascensores e instalaciones, como si fueran venas o vasos leñosos que unían las viviendas con el suelo.

El arquitecto, rescató de Le Corbusier la idea racionalista de construir viviendas con jardín en altura (los inmuebles-villa) y tomó de Frank Lloyd Wright las propuestas organicistas de su torre Price, realizando una personal interpretación de ambas tendencias, aparentemente opuestas, en una obra que dio la vuelta al mundo, consiguiendo un reconocimiento unánime entre las obras del organicismo.



Las distribuciones de las viviendas se diseñaron con varias agrupaciones de dormitorios y baños o de cocina y de salones, terminadas en una terraza con una forma circular que no se tocaban entre ellos, permitiendo que la luz se filtrase a través de ellas.



El edificio es de hormigón gris que se expande en la parte alta como la copa de un árbol, abriéndose en varias plataformas circulares, de manera que toda la forma exterior responde al trabajo para establecer un nuevo diálogo entre arquitectura, jardín interior y paisaje. Sólo fue una torre y en hormigón visto, pero la idea encuentra expresión clara, las fachadas transmiten la idea del crecimiento arbóreo, con las terrazas curvas agrupadas como las hojas en la rama, en este caso los muros.

El rascacielos, de 71 metros y 22 alturas, en realidad no contiene muchas viviendas. Cuatro por planta como máximo, y las habitaciones combinan formas rectangulares y circulares. Hay viviendas  dúplex también y los tamaños varían: de 90, 200 y 300 metros cuadrados.






Una vez terminado, costó vender todas las casas más de lo esperado. Las estrecheces de sus dormitorios, monacales, pensados casi a modo de espacios destinados a la meditación más que al disfrute, espantaban a la clientela, la incipiente y ostentosa clase burguesa de los últimos años del Franquismo.


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